Los centros educativos, son una compleja red no lineal de relaciones, producto de las complejas y conflictivas interacciones entre los miembros de la organización. Al mismo tiempo, entre éstos y un entorno turbulento.
Estas dinámicas caóticas, permiten la emergencia de un nuevo nivel organizativo a través de procesos de autoorganización (el principio organizador no es racional, sino un proceso colectivo emergente). Las organizaciones, vistas como Sistemas Adaptativos Complejos son:
· Sistemas autónomos, (se renuevan a sí mismas utilizando recursos del entorno).
· Autoorganizados, (el orden y las pautas de conducta son establecidas por el propio sistema).
· Autosostenidos, (se mantienen a sí mismos), con largos períodos de estabilidad salpicados por cambios bruscos («catástrofes») en su estructura y funcionamiento que, paradójicamente, permiten que estas organizaciones se estabilicen.
En esta línea, Thiétart y Forgues (1993) y Perna y Masterpasqua (1997), intentan comprender la aparente paradoja entre estabilidad y cambio en las organizaciones laborales, viendo éstas como sistemas dinámicos no lineales que presentan un «equilibrio inestable» entre estabilidad e inestabilidad.
Las organizaciones educativas, al igual que cualquier organización laboral, no funcionarían adecuadamente, ni en el orden rígido ni en la aleatoriedad derivada del azar; sino que encontrarían su funcionamiento más adecuado, de manera emergente y espontánea, en el «filo» o «borde» del caos, esto es, en estados inestables alejados del equilibrio pero que presentan, no obstante, cierto orden y cierta estabilidad. (Pastor y García-Izquierdo, 2007).
Por emergencia (Johnson, 2003), se entiende el surgimiento espontáneo de nuevas propiedades en el sistema como consecuencia de las interacciones entre sus componentes, lo que nos permite hablar de un nuevo nivel de organización cualitativamente distinto y más complejo como consecuencia de estas interacciones. De tal manera que el comportamiento del «todo» es distinto al comportamiento de sus «partes».
La autoorganización es un proceso emergente que acaba consolidando cierto orden (pautas estables y patrones globales de comportamiento), a partir de la coordinación de las interacciones entre los elementos individuales del sistema, sin plan preestablecido ni control externo alguno. Esta autoorganización emergente dirige el comportamiento del sistema (el «todo») y condiciona los comportamientos individuales de sus elementos (las «partes»), lo que permite una estabilidad frente a las perturbaciones, que redunda en una mejor adaptación al medio.
La autoorganización emergente se refiere, en definitiva, a la génesis de orden, es decir, a la innovación y creación de nuevas formas y estructuras (la evolución natural sería un clarísimo ejemplo del poder de la autoorganizacion). Se han propuesto distintas maneras de explicar esta autoorganización: desde la biología, la autopoiesis (Maturana y Varela, 1990, 1994); desde el pensamiento filosófico, la recursividad (Morin, 1994); y desde la termodinámica, las estructuras disipativas en sistemas alejados del equilibrio (Nicolás y Prigogine, 1994; Prigogine, 1983, 1997; Prigogine y Stengers, 1983). En (Pastor y García 2007).
La organización viviente, es decir, la auto-organización, está más allá de las posibilidades actuales de aprehensión de la teoría de sistemas, de la teoría de la información, de la cibernética, del estructuralismo. El problema de la auto-organización emerge: por una parte, a partir de la teoría de los autómatas auto-reproductores y, por otra, a partir de una tentativa de teoría meta-cibernética. En el primer sentido, es la reflexión genial de Von Neumann la que presenta los principios fundamentales.
Las organizaciones, vistas como seres vivos, tendrían un desarrollo y una evolución. Evolución que podemos entender, como períodos entremezclados de adaptación y autoorganización (Wagensberg, 1985), de manera que en los períodos de adaptación predominaría el feedback negativo, mientras que en los períodos de autoorganización predominaría el feedback positivo, «cambio 1» y «cambio 2» según la terminología de Watzlawick, Fisch y Weakland (1976). Estas organizaciones, lejos de ajustarse pasivamente a su entorno, «coevolucionan» con éste, es decir, las organizaciones no sólo reaccionan, sino que se anticipan creativamente a su entorno hasta modificarlo para hacerlo más propicio a sus intereses. (Pastor y García-Izquierdo, 2007).
La consecuencia de ello es que todo empeño en reducir los fenómenos sistémicos y los problemas organizacionales a términos de estructura, entraña un gran desperdicio de inteligibilidad, una pérdida de fenomenalidad y de complejidad. (Rueda Ortiz, 2003, 417).
En el segundo sentido, los alcances teóricos fueron audazmente ensayados por Ashby, Von Foerster, Gottard Gunther, ente otros. Por una parte, Schrödinger puso de relieve desde 1945, la paradoja de la organización viviente, que no parece obedecer al segundo principio de la termodinámica. Y por otra parte, Von Neumann inscribió la paradoja, en la diferencia entre la máquina viviente (autoorganizadora) y la máquina artefacto (simplemente organizada) en Rueda Ortiz, (2003, 430).
Como resultado de dicho ecosistema, estas dinámicas dan lugar a periodos de equilibrio u orden y posteriores desequilibrios o desordenes, que darán lugar a nuevas estructuras o dinámicas: “Schools are not static flowcharts or ledger sheets….Equilibrium comes from tension. The form of organization is reached when a stable but flowing equilibrium is reached. Chaos is controlled and made orderly.” (Maxcy, 1995, 171). Y (1995, 51): “Organization is the process of forming or ordering”.
Por lo tanto, los centros educativos son organizaciones dinámicas, en proceso continuo de cambio o búsqueda de equilibrio y desorden. Su estructura, se determina no por la caracterización aislada de individuos o grupos de individuos, sino por los tipos de procesos y dinámicas que generan lo participantes en cada una y todas de las dinámicas que conforman la estructura de los centros educativos.
Los centros educativos entendidos como organizaciones dinámicas y complejas forman un sistema no enmarañado, desordenado, desquiciante, improvisado, desestructurado, sino un sistema en continuo proceso donde las dinámicas múltiples e interactuantes; no sólo entre los elementos o participantes de los centros educativo, sino las dinámicas de dichos participantes con otros individuos que no pertenecen a dicha organización, pero que dichas interacciones pasan a formar parte de ese bagaje cognitivo individual y social e influye en las dinámicas propias que se suceden dentro de la organización escolar.
La organización, y por extensión, un centro educativo, ya no sería una estructura, sino, por el contrario, un producto emergente del proceso. La actividad de organizar (organizing), un sistema complejo dependiente de los elementos que lo componen y de sus particulares interrelaciones, de tal manera que lo que funciona en una organización no tiene por qué funcionar en otra organización distinta. (Pastor y García-Izquierdo, 2007).
Es decir, cada individuo de la organización escolar, teje una multiplicidad de redes de relaciones tanto con los individuos de dicha organización, como con otros pertenecientes a otras organizaciones o sistemas en constante flujo e interacción recíprocos. Estas dinámicas internas y externas están constantemente cambiando y evolucionando a nuevos ordenes distintos dentro de la organización escolar; imprevista y diferente de los que se parten en su origen, generando una incertidumbre positiva.
Manucci (2004, 5-6) recogiendo las palabras de Ralph D. Stacey, (en su obra (1992, 12): Managing the unknowable. Strategic boundaries between order and chaos in organizations), “el mensaje central de las nuevas ciencias para las organizaciones es este: las organizaciones son sistemas de retro alimentación que generan comportamiento complejo donde los eslabones que unen la causa y el efecto están rotos. El orden diseñado mentalmente es reemplazado por un orden emergente desde la inestabilidad a través de procesos de autoregeneración.
En esta línea de pensamiento por lo tanto, las organizaciones escolares, o centros educativos, devienen en sistemas complejos y caóticos, donde su capacidad de autoregeneración y autorregulación se asimila a los sistemas autopoiéticos de Maturana y Varela (1994); porque se redefinen y reestructuran bajo esa misión o visión, que les ha dotado la sociedad como sistema social en el que están inmersos y con el que interactúan a través de sus elementos o participantes.
Carolino (2004, 13), expone gráficamente las principales características de los sistemas caóticos. (Ver esquema al margen).
Los sistemas caóticos, como es un centro educativo, sustentan sus dinámicas y conforman su estructura en las siguientes características funcionales:
- Sensibles a las pequeñas variaciones, tanto en las condiciones iniciales como en cualquier fase del proceso generativo de las dinámicas que estructuran el sistema. Cualquier variación por pequeña que sea, puede provocar grandes efectos no previstos en los sistemas. Es el “efecto mariposa” de Edgard Lorenz: “el movimiento de las alas de una mariposa en Brasil puede provocar un tornado en Texas”. Por otra parte, en cualquier momento, no tiene por qué ser el inicial, en cualquier fase de una dinámica, cualquier variación da lugar a una nueva dinámica u orden. La sensibilidad de un sistema, trabaja de la mano de la no linealidad en cuanto al tiempo, (Poincaré, 1908/1948) es la base matemática de la complejidad, y se refiere a la desproporcionalidad entre la variable independiente y su efecto en la variable dependiente, es decir, a la no proporcionalidad causa-efecto. Así, la interacción entre pocos elementos del sistema puede desencadenar comportamientos muy complejos donde pequeñas perturbaciones pueden dar lugar a grandes cambios y viceversa. La idea de equilibrios interrumpidos (Eldredge y Gould, 1972) plantea una evolución no lineal «a saltos»: largos períodos de tiempo sin cambios perceptibles salpicados por breves pero intensos momentos súbitos de cambio que facilitan la aparición de nuevas propiedades. En Pastor y García, 2007).
- Dinámico-interactivados: en tanto que la no linealidad está presente en todas las dinámicas que forman la estructura del sistema. Los individuos que forman parte de las dinámicas, interactúan en forma de redes que se realimentan de información y actos, en feedback continuo, y al mismo tiempo están supraconexionados, con otras redes dentro y fuera de sistema. Unas fases en esta realimentación de información y actos dará lugar a cambios e innovaciones, con la perdida de estabilidad, desorden o desequilibrio del sistema. En otros momentos; darán lugar a procesos o periodos de estabilidad, orden o equilibrio. En estas dinámicas, están presentes unos focos de actividad o atractores que supeditan la actividad del resto de los componentes.
- Auto regenerativos: son capaces de generar continuamente la estructura del sistema en general y de las dinámicas en particular; en orden a una conservación intrínseca del sistema, implícitamente asumida por todos los individuos pertenecientes al sistema humano de que se trate. Aunque, no con clausura operacional, sino en adaptación a las exigencias en su relación con el contexto cercano y lejano al sistema en cuestión. De aquí, se deriva un historial de desarrollo y evolución del funcionamiento del mismo. Pastor y García 2007, argumentan esta propiedad siguiendo a Wiener (1950), somos «materia organizada», pautas que se repiten y se reproducen a sí mismas, autogeneración de estructuras y patrones de comportamiento.
· Metaordenados: como consecuencia de la interacción de los componentes de cada una de las dinámicas y de las distintas dinámicas entre sí, así como de la interacción de cada uno de los componentes con otros sistemas distintos al estudiado, pero de los que también forman parte e interaccionan. De aquí, resultan unos fluidos de realimentación circular de información constante. Generan nuevas formas de funcionamiento u ordenes que no son específicas de ninguno de los componentes, ni dinámicas, ni predecibles a priori. Esta fenomenología, permite analizar no todo el sistema en su totalidad, sino una o algunas de sus dinámicas, puesto que reproducen fielmente el funcionamiento del mismo, como si de un fractal se tratara. (Figura de elaboración propia al margen).
Las organizaciones precisan de cierto orden para mantener su estabilidad estructural y para almacenar información, pero, de igual manera, precisan de cierta inestabilidad y desorden para desarrollar procesos creativos que nos permitan innovar y abrir nuevos caminos. Así, mientras la organización formal busca el equilibrio y el orden (feedback negativo), la organización informal (feedback positivo) nos lleva a una «inestabilidad caótica» que, paradójicamente, nos conduce, a través de la emergencia innovadora y creativa de nuevas estructuras y procesos, a una más adecuada adaptación al medio. (Pastor y García-Izquierdo, 2007).
Bibliografía.
La bibliografía utilizada está relacionada y especificada en documentos publicados anteriormente.
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